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Yoga & Masaje Facial: Conecta con la belleza sagrada en ti

En febrero del 2021 me escapé de la pandemia y viví ese mes guiando clases de Vinyasa Yoga en un hotel boutique en el golfo tropical de Costa Rica. Fue después de una clase, donde nos quedamos conversando con mis alumnos y alguien comentó acerca del yoga facial. Primera vez que yo escuchaba el término y lo encontré fascinante: un acercamiento natural a favorecer la complexión facial y atenuar líneas de expresión (un tema que a mis 29 años comenzaba a preocuparme ligeramente) y siendo extremadamente consciente de cómo nutro mi cuerpo -externa e internamente- las inyecciones y/o botox nunca han pasado por mi mente, al ser, básicamente, neurotoxinas. 

Volviendo a Chile tomé clases de Yoga Facial en línea con una chica de Francia. Amé la práctica y esto me llevó a certificarme como instructora en la disciplina – y lo que empezó como un acercamiento natural a una preocupación superficial, me ha expandido profundamente en lo que considero hoy la belleza y el proceso de envejecer: proceso que nos llena de aprendizajes y experiencias, y que honro hoy profundamente. 

Mi opinión personal, es que las cirugías y/o inyecciones suelen traer una invasión -o trauma- tanto a nivel físico como energético; y que tienden a nacer de querer cambiarnos, a diferencia del Yoga Facial que busca aprender a querernos. Y aún cuando los resultados de la práctica puedan ser más lentos que los procedimientos clínicos, los resultados tienden a ser más profundos y duraderos. 

Con la constancia he visto en mí -y en mis alumn@s- un rostro más esculpido, una expresión más abierta, líneas de expresión atenuadas, una coloración equilibrada, menor hinchazón, entre múltiples beneficios físicamente visibles. Pero en lo profundo de mi ser, creo que no está ahí el gran servicio que nos entrega esta disciplina; más allá de lo superficial, el Yoga & Masaje Facial generaron en mí un cambio a nivel mental.

Para mí es un momento de conexión con mi piel y de entregarle amor, de activar mi rostro con ejercicios y nutrirlo con mi propio tacto – sanador y sagrado. Me ha enseñado a quererme y aceptarme, a ver las imperfecciones y asimetrías como algo natural y como parte de mi belleza. Además, un rostro abierto, relajado y saludable, irá favoreciendo nuestras relaciones interpersonales; las expresiones son contagiosas y lo que pasa dentro, se refleja fuera – como sabiamente dijo San Jerónimo “La cara es el espejo del alma”. 

 

Honestamente, cada día me siento más cómoda en mi piel y honro profundamente mi templo físico: honrando así a mis ancestros, quienes me han traspasado esta configuración – y a mi alma, que ha decidido encarnar en este cuerpo. Finalizo este blog, compartiendo una cita de Clarisa Pinkola Estés, que personalmente me hace mucho sentido y que espero te permita tener una expansión mental en cómo hoy te miras y nutres. 

 

“Emitir juicios destructivos y excluyentes acerca de la forma heredada de una mujer, equivale a despojarla de toda una serie de importantes y valiosos tesoros psicológicos y espirituales.

La despoja del orgullo del tipo corporal que ha recibido de su linaje ancestral (…) Si la enseñan a odiar su propio cuerpo ¿cómo podrá amar el cuerpo de su madre, que posee la misma configuración que el suyo, el de su abuela y los de sus hijas?”

Lo dejo ahí para decantar…

Con mucho amor, 

Jo